Ofender a Dios...


"La lengua es una de las partes más pequeñas de nuestro cuerpo, pero es capaz de hacer grandes cosas. ¡Es una llama pequeña que puede incendiar todo un bosque! Las palabras que decimos con nuestra lengua son como fuego. Nuestra lengua tiene mucho poder para hacer el mal, puede echar a perder toda nuestra vida... No hemos podido controlar nuestra lengua para no decir palabras que dañen. La lengua se parece a un animal salvaje que nadie puede dominar, y que está lleno de veneno mortal. Con nuestra lengua podemos bendecir o maldecir. Con ella alabamos a nuestro Dios y Padre, y también insultamos a nuestros semejantes que Dios hizo parecidos a él mismo. Hermanos, ¡Esto no debe ser así!".

¿Te has dado cuenta que con una sola palabra podemos cambiar el curso de tu vida y de los que te rodean?

Santiago nos dice que la lengua es un fuego que enciende bosques llenos y frondosos, ¿te has puesto a pensar lo peligroso que puede ser este miembro tan pequeño del cuerpo?

El mismo versículo inicial nos da una advertencia sobre este asunto: la lengua está llena de veneno, y no sólo esto, sino que este veneno es mortal; con tal poder que podemos destruir no sólo la vida de otros sino que la nuestra.

Amigo querido: ¿alguna vez hablaste más de la cuenta sobre alguna persona? ¿Le has levantado alguna calumnia a alguien? ¿Le has hablado mal de una persona que te cae mal a algún amigo o pariente cercano?

No quiero ser falso contigo amigo lector. Yo sí lo he hecho, y muchas veces.

Pero hace algunos Sábados me encontraba sentado a la hora del sermón en una de las primeras bancas de mi Iglesia. Un amigo y consejero cercano predicaría, el Pastor Héctor Azócar.

Comenzó su sermón con la siguiente frase: "Una sola palabra malintencionada es veneno mortal para quien lo dice, para quien lo recibe y para quien esté destinada"

Luego de esto, leyó el texto inicial de esta meditación, Santiago 3, versículos del 5 al 9; y parecía amigo querido, que me iba hundiendo más y más en la banca donde estaba sentado, a medida que pronunciaba cada palabra de este versículo. Me sentí tan tocado y profundamente humillado al ver el mal que hacía con mi lengua, mas no alcancé a tomar un poco de aire, cuando leyó con gran poder, la siguiente cita:

"(Todo) cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos, aún lo más pequeños, a mí lo hicisteis (Mateo 25:40). Necesitamos recordar que debemos guardar cuidadosamente nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras palabras y acciones, para que no seamos de los que quieren y dañan al Salvador... La crítica y la condenación a los hermanos es contada como crítica y condenación a Cristo. El Señor no ha puesto sobre los hombres la preocupación de revivir los errores de los vivos o de los muertos. No habléis de los errores de vuestros hermanos que viven; guardad silencio acerca de los errores de los muertos. Dejad que sus errores permanezcan donde Dios los ha puesto según Miqueas 7:19, en el fondo del mar (The Review and Herald del 30/11/1897)".

Amigas y amigos que leen este artículo, durante mucho tiempo di rienda suelta a mi lengua a hablar y a enjuiciar las actitudes de mis hermanos en la fe. Pero agradezco a Dios y al Espíritu Santo que iluminó al Pastor Azócar en predicar este mensaje directo a mi alma, y que hoy he querido compartir con ustedes.

Toda calumnia, toda mentira, toda mala palabra y topdo enjuiciamiento y recuerdo del pecado cometido por mi prójimo, es como si yo se lo hiciera a Cristo.

¿Fuerte no?

¿Te das cuenta el amor de Dios hacia nosotros? Que nos ama tanto, que si hablan cosas que dañen a ti o a algunos de los que viven en la tierra; él se siente dañado y sufre. Y, ¿sabes porqué? Porque tú y yo, somos los seres que más Dios ama.

Yo no quiero ofender ni dañar a Dios. Él ha sido muy bueno conmigo, y es por eso que estos versículos y estas citas leídas por el Pastor, fueron de gran remezón para mi vida. Y así como estas citas impactaron y me hicieron reflexionar acerca de lo que hablaba y profería acerca de mi prójimo, te invito a hacer el mismo ejercicio con relación a tu vida.

¿No quieres ofender a Dios?

Te invito a hacer una profunda retrospección acerca de tus dichos y acciones cometidas hacia tu prójimo, y pedir perdón a Dios, primeramente, por haberlo ofendido, y luego a tu prójimo por haberlo dañado.

No olvides este versículo:

"Lo que sale de la voca proviene del corazón y contamina a la persona. Porque del corazón salen los malos pensamientos... los falsos testimonios y las calumnias (Mateo 15:18-19)".

Que Dios te Bendiga.

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